El reto de la Venezuela petrolera a la Venezuela energética
El martes 24 de septiembre de 2019 se realizó en la Universidad Metropolitana el Foro “La energía en la nueva visión del país” en el cual intervino el Dr. Juan Carlos Sánchez, co ganador del Premio Nobel de la Paz 2007, con una presentación acerca de la transición energética y su incidencia en las posibilidades de recuperación de la industria petrolera nacional.
A continuación, Verde la Tierra ofrece una entrevista exclusiva realizada al Dr. Sánchez en el marco de este evento. Próximamente, también se editará un podcast de Contacto Tierra exclusivo para Fans con el contenido completo de la ponencia.
¿En qué consiste la transición energética global?
Es la transformación del esquema actual de oferta y demanda de energía mundial, en que las fuentes renovables y el aumento de la eficiencia energética desplazan progresivamente a los combustibles fósiles del mercado. Esta transición está conduciendo a la sustitución progresiva de la electricidad generada en plantas termoeléctricas por electricidad proveniente de fuentes eólica y solar. Adicionalmente avanza la electrificación del sector transporte, en el que se comienza a sustituir los vehículos a gasolina y diésel por vehículos eléctricos.
La idea de la transición energética no es nueva, de esto se viene hablando desde hace décadas sin que se hubiera materializado ¿Por qué ahora sí está ocurriendo esta transición?
La transición está siendo impulsada por dos factores: el primero es el cambio climático global, debido a las emisiones de gases de efecto invernadero que se producen por el consumo de combustibles fósiles, es decir, petróleo, gas y carbón. Hoy se tiene la certeza que el cambio climático es una realidad, que ya está ocurriendo con sus múltiples consecuencias adversas, de las cuales las más evidentes son los eventos de huracanes más frecuentes y más fuertes, y las olas de calor también más frecuentes e intensas. La reducción de las emisiones implica una reducción del consumo de combustibles fósiles, lo cual es posible sustituyéndolos por otras fuentes de energía, de allí el impulso a la transición. El otro factor, que está vinculado al primero, es la extraordinaria reducción de costos y el perfeccionamiento de las tecnologías de aprovechamiento de las energías eólica y solar, que facilita la transición.
La amenaza del cambio climático es grave, así lo establecen los tres últimos informes del Panel de Expertos en Cambio Climático de Naciones Unidas, y así lo percibe también la gente, ante las enormes pérdidas materiales y humanas ocasionadas por los huracanes, olas de calor, inundaciones y sequías prolongadas en diversos lugares del planeta. Esto ha creado una presión pública, principalmente sobre los gobiernos de los países desarrollados, para que adopten una solución reemplazando los combustibles fósiles. La reducción de los costos de las tecnologías que permiten el acceso a las energías renovables y de los vehículos eléctricos, que ha ocurrido muy rápidamente en la última década, ha hecho competitivas a estas energías, para sustituir a la gasolina y al diésel, y a los vehículos convencionales.
¿Cuáles son los indicios que comprueban que esta transición ya está ocurriendo?
Yo diría que son cuatro: uno es la evolución de las inversiones mundiales en energías renovables que crece exponencialmente, totalizando 1,3 billones de dólares desde el año 2001 hasta el presente. Luego, está el aumento, también exponencial de la capacidad instalada mundial de energía eólica y solar, que alcanza ya a 1.000 GW (100 veces la capacidad del Guri) y se estima que se duplicará para 2023. Después está el anuncio de los fabricantes de vehículos, asumiendo a la electricidad como el combustible vehicular del futuro próximo. Así lo manifestó el CEO de Mercedes Benz en octubre de 2016, y más recientemente varios fabricantes han anunciado que a partir de cierta fecha dejarán de fabricar vehículos con motores de combustión, para dedicarse solamente a los vehículos eléctricos. Ese es el caso del fabricante Changan en China, que lo hará a partir de 2025, y de Volkswagen, entre otros. Francesco Starce, CEO de ENEL, la gran empresa eléctrica de Italia declaró en junio del año pasado que “la electrificación del sector transporte no solo es una estrategia ganadora, sino que es imprescindible”. Por último, están los estudios prospectivos del mercado energético, por ejemplo, un interesante estudio de BNP Paribas de agosto del presente año llegó a la conclusión que la misma cantidad de movilidad de la gasolina, con respeto a la electricidad renovable usada en vehículos eléctricos durante los próximos 25 años, será entre 6,2 y 7 veces más costosa, y además estima que la energía renovable va a reemplazar el 40% de la demanda mundial de petróleo una vez que tenga la escala de infraestructura necesaria.
Sin embargo, las grandes empresas petroleras: BP, Shell, Exxon etc., ofrecen un panorama futuro distinto en sus pronósticos energéticos futuros, un panorama en el que la demanda petrolera se mantiene o incluso aumenta.
Cierto, esos pronósticos reconocen que la transición energética ya está ocurriendo, pero prevén que ésta solo afectará al consumo de carbón, no al del petróleo, pero parecieran que son pronósticos orientados a calmar la inquietud de sus accionistas, ante la preocupación que tienen por la incertidumbre que ha creado la transición en el negocio petrolero, que reduciría las ganancias de sus inversiones.
¿Puede darnos algunos ejemplos de esa manifestación de desconfianza de los accionistas en las inversiones petroleras?
Si. Por ejemplo, un reportaje de The Guardian de julio pasado reveló que Black Rock, que es la mayor empresa de inversiones del mundo, perdió 90.000 millones de dólares en inversiones en empresas de combustibles fósiles en la última década, y que la mayor parte de esas pérdidas fueron por inversiones en las grandes empresas petroleras: ExxonMobil, Shell, Chevron y BP. Esto sin dudas mueve a la preocupación a los accionistas de esas empresas.
Otro ejemplo es el anuncio que hizo la Banca de Inversiones Europea EIB, también en julio pasado, señalando que eliminará todo financiamiento de proyectos de combustibles fósiles a finales de 2020 y destinará esos recursos a proyectos de energías renovables y de eficiencia energética. Se trata de un anuncio relevante, porque el monto de esas inversiones en el último quinquenio fue 11 billones de dólares.
Puedo dar otro ejemplo, 48 empresas petroleras que operan en Estados Unidos yacimientos de lutitas utilizando la tecnología de fracking, o de fractura del yacimiento, tienen unas deudas enormes acumuladas durante los últimos ocho años, según un reportaje del Financial Times del año pasado. Eso por supuesto ha puesto nerviosos a los accionistas que colocaron su dinero en esas empresas, contando con un aumento del precio del crudo que rentabilice la inversión, pero tal aumento no se ha producido y no se vislumbra que vaya a producirse. Otra señal clara proviene de Wall Street, que ha comenzado a dar la espalda a las empresas petroleras, cuyas acciones y bonos se están cotizando este año a su nivel más bajo desde 2007.
¿Qué consecuencias tendría esta tendencia de la transición energética sobre las posibilidades de recuperación de la industria petrolera nacional?
Los planes de recuperación de la actividad petrolera en el país requieren inversiones privadas, porque el Estado venezolano carece de recursos. Esos planes asumen que, si en el país se establecen las condiciones fiscales y de protección adecuadas, se podrán atraer rápidamente tales inversiones, pero esto ya no se puede dar por sentado, no se puede dar como un hecho. Si la inversión privada en el negocio petrolero es actualmente cada vez menos atractiva, por las razones ya expuestas, tales inversiones no vendrán a Venezuela en las cantidades requeridas para el financiamiento de los proyectos de recuperación, que se estima en el orden de al menos 20.000 millones de dólares al año. Se invertiría menos, y ante tal situación, debería dejar de considerarse al negocio petrolero como la única opción para solventar la grave situación económica nacional. Esto debería ser tomado en cuenta con suficiente antelación.
¿Hacia dónde debería entonces orientarse la solución?
Creo que el país posee oportunidades en el desarrollo de sus importantes reservas de gas natural, primero para suplir la demanda interna, pero también para la exportación, pues habrá oportunidades debido a que se espera un incremento de la demanda. El gas es relativamente el combustible fósil que emite menos gases de invernadero, pero a condición que se preste particular atención a las emisiones de metano por fugas de gas en las instalaciones industriales, pues éste es un cuestionamiento que se le hace actualmente al gas natural. Pero esto es un asunto que se puede resolver con buena tecnología y buen mantenimiento de las instalaciones.
Por otra parte, debería concretarse un plan para la diversificación económica, basado en la riqueza de recursos naturales renovables que posee el país. Un plan tan detallado como los planes petroleros, y que tenga como premisas el aporte de bienestar para la población, la creación de empleos, la reducción de las desigualdades y el respeto del capital natural. Numerosos países del planeta no poseen petróleo, y sin embargo tienen economías estables.