COP26: acuerdos mínimos y decepcionantes
Juan Carlos Sánchez M.
El principal objetivo de la COP 26 de Glasgow era lograr que todos los países del mundo se comprometiesen a reducir rápida y significativamente todas sus emisiones de CO2 con el fin de cumplir el Acuerdo de París de evitar que la temperatura media mundial supere 2 °C y en lo posible 1,5 °C para evitar la alteración catastrófica del clima. De entrada, se trató de un objetivo muy difícil de alcanzar por razones técnicas, pero en la práctica muy difícil de descartar por provenir de una decisión política que hizo posible la aceptación unánime del Acuerdo de París en 2015. Al final de las dos semanas de reuniones en Glasgow el objetivo no se cumplió: los compromisos acordados distan mucho de alinearse con el Acuerdo de París, y de esta forma, fracasó esta reunión que de antemano estaba destinada al fracaso.
Cumplir el Acuerdo de París implica una transición energética hacia fuentes renovables, que obligaría a cerrar antes de 2050 todas las minas de carbón y casi todos los pozos de petróleo existentes, dejando operativa solo una parte de la producción de gas natural (cuya combustión emite solo la mitad del CO2 que se emite al usar carbón) porque este gas será necesario para compensar la intermitencia de la energía eólica y solar. Cumplir con estos cierres no solo es irrealizable en el lapso indicado, sino que, para muchos países, que necesitan energía y poseen minas de carbón y pozos de petróleo, tal objetivo es inaceptable. Los líderes de China y Rusia, dos países que en su conjunto emiten casi el 40% del CO2 mundial, se opusieron de antemano al negarse a acudir a la cita de Glasgow, y el líder de India decidió asistir a último momento, solo para dejar en claro su rechazo a la eliminación del carbón y anunciar que solamente podrá cumplir en 2070.
La transición energética hacia fuentes renovables comenzó demasiado tarde. La alerta climática advertida por el mundo de las ciencias comenzó hace tres décadas, pero fue subestimada. De haberse comenzado la transición energética en ese momento, el Acuerdo de París hubiese sido factible. En el gráfico 1 se muestra el consumo de energía mundial entre 1860 y el presente, se observa claramente que el consumo de fuentes eólica y solar (franja rosada) creció significativamente en la última década, pero aún no está sustituyendo a los combustibles fósiles, solamente se está adicionando al crecimiento del consumo total de energía. En otras palabras, la sustitución de los combustibles fósiles por fuentes renovables o transición energética, aún no ha comenzado.
En el gráfico 2, que muestra escenarios de la trayectoria futura de las emisiones de gases de efecto invernadero, se observa el esfuerzo que deberá realizarse para cumplir el Acuerdo de París: las emisiones de gases de invernadero han de reducirse en 45% para 2030. En el escenario en que los países cumplan las promesas hechas en sus documentos de contribución (NDC) de 2015 se producirá un aumento de la temperatura media global de 2,4 °C (curva de color negro), muy lejos aún de la meta de 1,5 °C. En tal caso existe una brecha de emisiones a reducir de entre 19 y 23 mil millones de toneladas de emisión de CO2. Para entender la magnitud de esta brecha, basta recordar que debido a la pandemia del COVID-19, la economía mundial se contrajo en niveles históricos, y ello ocasionó una reducción de las emisiones de gases entre 6 y 7% en 2020. Para cumplir con el Acuerdo de París, la reducción de emisiones necesaria es de 7% anual, todos los años, hasta 2030. Es decir, el equivalente de la pandemia todos los años, y mantener esta tasa de reducción hasta el 2050 para lograr la neutralidad carbono (Net Zero).
En la práctica, este esfuerzo es imposible de cumplir: significa reemplazar todas las infraestructuras existentes de refinerías, oleoductos, plantas de distribución de combustibles, plantas termoeléctricas, vehículos y equipos industriales con motores de combustión interna, estaciones de gasolinas, etc., por paneles solares, aerogeneradores, sistemas de distribución eléctrica y vehículos eléctricos.
Ello tomaría un lapso mucho mayor que el requerido por el Acuerdo de París. Esto, por supuesto, era del conocimiento de la mayoría de países que estuvieron negociando en Glasgow. El esfuerzo requerido es inalcanzable, pero la transición energética es indiscutiblemente necesaria y debe avanzarse el máximo posible, porque toda fracción de grado de aumento de la temperatura que se logre evitar es crucial para hacer menos catastróficas las consecuencias del cambio climático.
El resultado de la COP de Glasgow es un nuevo conjunto de promesas, ampliamente difundidas mediáticamente en declaraciones hechas durante la llamada “cumbre de los líderes” mundiales, y la adopción de decisiones pendientes derivadas del Acuerdo de París. Entre las primeras están:
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Detener la deforestación en 2030.
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Reducir las emisiones de metano en 30% para 2030 con respecto a 2020; siendo ésta una declaración que no fue suscrita por países emisores importantes como Rusia, Irán y Venezuela. De hecho, los países firmantes representan solo el 40% de las emisiones.
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Poner fin al financiamiento de proyectos de combustibles fósiles en el exterior, con dineros públicos, para finales de 2022.
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Un grupo de países y empresas fabricantes de vehículos prometió «acelerar la transición a vehículos y vans con cero emisiones de CO2 para 2040». Una declaración que no fue suscrita por USA, China, Francia, Alemania, o Renault, Volkswagen, BMW y Nissan.
Todas estas declaraciones no son vinculantes. Es decir, se trata de promesas voluntarias que de no realizarse no acarrearán sanciones por incumplimiento.
En cuanto a las decisiones que estaban pendientes del Acuerdo de París, éstas fueron:
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Revisar y fortalecer la meta de reducción del 45% de las emisiones para 2030 y presentarla en una NDC revisada a fines de 2022, «para alinearse» con el Acuerdo de París, teniendo en cuenta las circunstancias nacionales de los países.
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Se insta a los países desarrollados a cumplir con la promesa de ayudar a los países en desarrollo con 100.000 millones $/año, lo cual debieron hacer a partir de 2020, pero no se cumplió. La contribución fue de 70.0000 millones $ en 2020.
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Se urge a los países desarrollados a, al menos, duplicar la ayuda financiera para la adaptación provista colectivamente en 2019, para 2025. La suma se estima en 40.000 millones de US$ y sigue siendo una fracción del monto requerido, estimado por el PNUD en US$ 70.000 millones/año.
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No se adoptó un mecanismo de compensación para los países que sufran pérdidas y daños por el cambio climático. Solo se aprobó el inicio de un diálogo de dos años sobre este tema.
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Se adoptaron las reglas, modalidades y procedimientos para la operación de los mercados de carbono, que permite la participación de los países en desarrollo en el comercio de bonos por la reducción de emisiones.
Estas decisiones tampoco son vinculantes, pero al menos están sujetas a un régimen de transparencia diseñado para que los documentos de contribución (NDC) que presenten los países ofrezcan suficiente información, y permitan determinar si están cumpliendo o no sus promesas, y si lo que informan es confiable.
Una evaluación de estas promesas realizada por la organización europea Climate Action Tracker permitió estimar que, si todas son cumplidas por los países, el aumento de la temperatura media global será de 1,8 °C, es decir, aún insuficiente para lograr el objetivo del Acuerdo de París. Asimismo, en las COP que antecedieron a ésta de Glasgow, muy pocos países cumplieron sus promesas, y no existen indicios que permitan esperar que la actitud ahora vaya a ser diferente. En consecuencia, el resultado de la COP26 fue decepcionante, particularmente para los países más vulnerables al cambio climático que requieren de la ayuda de los países que están causando el problema debido a la magnitud de sus emisiones. La solidaridad no estuvo a la altura de lo requerido en esta reunión. Los intereses los países ricos y pobres aún siguen siendo demasiado divergentes y siguen anteponiéndose al logro de una respuesta significativa y convincente ante la amenaza del cambio climático.
Quizá muchos pecamos de optimistas al suponer que casi dos años de pandemia sería una lección importante para la humanidad, que como seres humanos sometidos por seres microscópicos,se cambiarían radicalmente los valores en función de preservar el planeta que nos acoge. Qué tendría que pasar entonces?
Muchas gracias a Carmen López por su pregunta. Que tendría que suceder para que los gobiernos se aboquen a la solución del problema climático.
Lo que tendría que suceder no necesariamente sería la ocurrencia de grandes catástrofes climáticas, porque cuando comiencen a ocurrir estas catástrofes ya sería muy tarde.
Debe haber una mayor presión sobre los políticos, sobre los gobiernos. Pero para que esto suceda la gente debe estar mejor informada de la gravedad del problema. Desafortunadamente se trata de un problema complejo, difícil de divulgar masivamente, a un grado tal que incluso a muchos medios de comunicación se les hace difícil poder informarlo de manera clara y convincente.
La solución en concreto está en manos de los países que más emiten gases de invernadero. Es decir China, Estados Unidos, India, Rusia y la Comunidad Europea. El presidente de China, no asistió a la COP26, tampoco el de Rusia ni el de Australia y el de India decidió asistir a última hora para decir que no estaba de acuerdo con eliminar el carbón y que no podía cumplir sino hasta 2070. China está intentando adelantar una transición energética pero el 80 % de su consumo energético proviene del carbón, de tal manera que el esfuerzo que debe hacer es gigantesco, y además el gobierno debe enfrentar barreras internas. Por ejemplo, existen sectores ultranacionalistas del Partido Comunista que se oponen a la transición porque consideran que se trata de una imposición de Occidente qué frenaría su desarrollo y el avance de su geopolítica. En Estados Unidos siempre ha existido mucha incertidumbre porque cuando los demócratas están en el gobierno pareciera que van a avanzar en su transición energética, pero luego si el poder lo toman los republicanos el país retrocede, me refiero a personas como Donald Trump. La Comunidad Europea pudo hacer más en la COP 26 pero no lo hizo, la Comunidad tiene problemas de seguridad energética: dependen mucho de la importación de gas desde Rusia y en menor termino de Argelia, y para reducir esa dependencia están considerando optar por la energía nuclear, pero esta no cuenta con la aceptación pública por el temor a un accidente. Rusia, por su parte, tiene problemas económicos y necesita exportar su gas natural. En síntesis todos estos problemas económicos, comerciales y geopolíticos son los que están impidiendo que estos países adopten políticas más contundentes contra el cambio climático.
Personas conscientes están adoptando hábitos para reducir sus emisiones, tales como usar más el transporte público, comer menos carne, ahorrar energía, etcétera. No son muchas, pero esto, por supuesto, es bienvenido aunque su contribución a la solución del problema es muy limitada en ausencia de políticas de gobierno. Solo cabe esperar que esta situación cambie en el futuro y ojalá sea muy pronto.
Querida Carmen, la respuesta sale con mi fotografía, pero te la ha respondido el mismo creador del artículo, el doctor Juan Carlos Sánchez. Saludos y gracias por tu reflexiva participación.