El desafío de las empresas multinacionales de asumir la RSE

Las empresas tienen un “poder transformador” en sus manos si dan el paso a un modelo de gestión de Responsabilidad Social Empresarial (RSE), en el que no solo prevaleciera el beneficio propio, sino también el bienestar de todos los grupos de interés, al hacer frente a las preocupaciones ambientales, sociales, laborales y de respeto de los derechos humanos que van más allá del cumplimiento de las normas legales establecidas.
Una empresa que adopta e internaliza en su accionar diario la Responsabilidad Social puede, literalmente, TRANSFORMAR VIDAS, no solo humanas, sino también animales y vegetales. El alcance de su RSE traspasaría las fronteras de su propia empresa, de sus propios empleados, y se extendería al ámbito donde desarrolla sus actividades (o inclusive más allá, traspasando continentes), incluyendo a las comunidades que allí habitan, extendiéndose también a los consumidores de sus productos y/o servicios.
El caso contrario a una política de RSE suele ser, a veces, bastante catastrófico y con consecuencias demoledoras. Conozco el ejemplo de empresas multinacionales que explotan el coltán en El Congo (el coltán es un mineral vital para la elaboración de teléfonos celulares –móviles- y otros dispositivos electrónicos) causando gravísimos problemas en este país africano (guerras fronterizas en la región del lago Kivu, tráfico humano y de armas, destrucción de la naturaleza, explotación de personas -incluyendo trabajo infantil- y asesinatos de forma diaria).
Lo anterior es un típico caso de empresas con doble estándar, es decir, las mismas empresas que extraen el coltán en Congo sin siquiera cumplir un mínimo de normativas laborales y medioambientales, son las mismas que luego extraen el coltán en su propio país desarrollado, donde sí están obligadas a cumplir con la normativa medioambiental y social que exige ese país.
Afortunadamente, para el caso del coltán que he narrado, existen otras empresas como Fonebank o Zonzoo cuyo negocio consiste en recoger teléfonos móviles en desuso en países desarrollados para darles un segundo uso si sirven o reciclarlos si no sirven y extraer las piezas y materiales como el coltán, el cual será nuevamente utilizado para fabricar nuevos móviles.
Esas empresas trabajan conjuntamente con ONGs como la Cruz Roja o el Instituto Jane Goodall España (que es el ejemplo que conozco de cerca y con el cual he colaborado directamente), para difundir el mensaje de reciclaje de teléfonos y ofrecer parte del beneficio económico para ser usado en proyectos humanitarios o de conservación. En el caso de Instituto Jane Goodall el dinero que se recibe por esta vía es utilizado en proyectos de conservación de los ecosistemas africanos congoleños, donde una cantidad importante de chimpancés se encuentra en peligro de extinción debido a la extracción del coltán.
Cada empresa es un mundo y lamentablemente no todas aportan riqueza a los países donde operan. Invitamos a las organizaciones para que asuman el reto de incorporar prácticas social y ambientalmente responsables y contribuir con acciones más éticas y más humanas para todos los grupos de interés, incluidas los de las mismas empresas en sí.