Las conductas proambientales y nosotros
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Profundicemos hoy un poco sobre las conductas proambientales. ¿Qué son y cómo podemos empezar a ser coherentes con un estilo de vida sostenible?
¿Qué son las conducta proambientales? En sí, una conducta proambiental es toda acción orientada de manera consciente al mantenimiento óptimo de los recursos naturales, al equilibrio de los ecosistemas y que, a su vez, responden a necesidades sociales e individuales. También han recibido el nombre de conductas ecológicas o “amigables” con el medio ambiente natural.
Algunas de las conductas proambientales abordadas en el área de investigación han sido, por ejemplo, la disminución en el consumo de recursos, la reutilización de productos, acciones hacia la estética ambiental…, otras como la elaboración del compost en casa, el control de la basura, el ahorro de energía eléctrica y del agua, el aumento del uso del transporte público, o del uso de otros tipos de transporte, la acción de compartir el carro (carsharing), acciones de presión legislativa y participativa para resguardar los derechos ambientales, el hecho de pertenecer o apoyar a asociaciones ecologistas y de preservación de los ecosistemas, participar en asociaciones excursionistas amigables con la naturaleza, el comprar productos proecológicos, optar por prácticas alimenticias ecológicas y el reciclaje, entre otras.
Como se puede observar, hay diferentes niveles de conductas proambientales y todas forman parte de un conjunto, un estilo de vida personal y también de las comunidades, acerca de cómo desean convivir y de cómo quieren reflejar su autoimagen y autoconcepto.
También, el grado y nivel de implicación personal de las conductas proambientales son muy diversas y dependerán de las características personales, la historia personal, familiar y la toma de decisiones conscientes de cada quién. Desde simplemente botar el papel en la basura (que para algunos es una tarea titánica) hasta involucrarse personalmente en grupos ecologistas, unirse a presiones legislativas o dedicar la profesión y los días de la vida a la sensibilización proambiental.
Pero la idea es que todas las conductas conformen lo que sería un patrón, una orientación, un estilo de vida coherente y consistentes con el respeto a la naturaleza, incluidos los seres vivos y los ecosistemas (nosotros los humanos como uno más).
Y para cada persona, el realizar estas conductas proambientales tiene detrás una explicación, un por qué, un significado personal que además, pretende contribuir a la mitigación de los daños ambientales o a resguardar el equilibrio natural. Las conductas proambientales también implican una actitud proactiva de las personas, de nosotros, en el que asumimos la responsabilidad de nuestras acciones.
Otro aspecto… Se suele hablar de las conductas proambientales sólo a nivel individual, particular…, pero también están las conductas proambientales a nivel grupal o a nivel organizacional, industrial, gubernamental…, éstas serían conductas proambientales que forman parte de la responsabilidad social y ambiental de estos organismos, los cuales están conformados por personas, las que tienen la tarea de encaminar la gestión hacia estos modelos sostenibles y de responsabilidad de sus acciones.
Mientras más conductas proambientales hagamos, menor es nuestra huella ecológica sobre el planeta, bien sea a nivel individual o a nivel organizacional. Y recordemos que la huella ecológica es la cantidad de superficie productiva que necesitaríamos para extraer todos los recursos que utilizamos, así como para absorber todos los desechos que producimos; es también un indicador de sostenibilidad, así que mientras más conductas proambientales hagamos, reducimos el efecto nocivo sobre los terrenos productivos.
Y hablando en sí de las conductas, ¿qué les pareció que las acciones hacia la estética ambiental son otras de las conductas ecológicas? Pues sí, resulta que diversos estudios han señalado que la estética ambiental está relacionada con el autoconcepto, el apego emocional hacia el lugar, mejor condición de salud física y mental y mejor calidad de vida y de convivencia. La estética ambiental es una valoración que se traduce en un espacio con unos mínimos de limpieza y ornamento, como una plaza o un parque, o urbanización, o la misma casa. Así que implica, como mínimo, la valoración de mantener los espacios limpios, sin basura, cuidados y con bajos niveles o ninguno de contaminación sónica y atmosférica. ¿Has estado en un sitio natural, o un parque o plaza con basura, mucho ruido, o te ha pasado cerca de tu casa o en tu misma casa? ¿Cómo te has sentido? ¿Cómo te gustaría cambiarlo y qué puedes hacer más bien para dar un agregado positivo a ese espacio? Con solo ayudar a mantenerlo sería una ganancia en tu autoestima y el apego a ese lugar se incrementará positivamente, y también tu salud.
Otra de las conductas proambientales nombradas, que posiblemente no es la más popular para muchas personas, es la disminución del consumo de carne, por convicción, (además de que es beneficioso para el presupuesto), bajar la frecuencia en el consumo de carnes rojas, por ejemplo, ayuda a disminuir los efectos negativos de la grave contaminación atmosférica, de las aguas y aumento de los gases de efecto invernadero por la combustión de metano, uno de los gases que mayor efecto perjudicial tiene hacia el cambio climático. El reporte de la FAO «Livestock Long Shadow» del año 2006 señala, además, que la ganadería no sólo contamina el aire, sino también la tierra y los depósitos de agua subterránea. Otros de los gases de efecto invernadero generados son un 65% de óxido nitroso y un 64% de amoníaco, que contribuye a la acidificación de la lluvia, junto con el metano. Todos estos gases son producto del estiércol, los desechos y los gases intestinales de los animales. También contaminan el agua los antibióticos y hormonas, los químicos para el teñido y curtido de los cueros y los fertilizantes y pesticidas usados para pulverizar los campos de cereal y grano.
Por otra parte, la crianza de ganado actualmente usa un 30% de la superficie del planeta, que representa mayormente las praderas naturales, pero también incluye un 33% de la superficie cultivable, que se utiliza sólo para producir grano que alimentará directamente al ganado -e indirectamente a los seres humanos. En algunos sectores del planeta (como el Amazonas), se está transformando la selva en terrenos arables, por lo que la crianza de ganado contribuye además a la deforestación. Sólo en el Amazonas, un 70% del terreno se ha transformado en pradera para alimentación de ganado.
Y todo esto porque han aumentado los hábitos de consumo de la carne por parte de las personas en todo el mundo de manera vertiginosa, haciendo que se duplique la actividad agrícola. Pero el costo del crecimiento y el desarrollo e industrialización de la ganadería lo paga el medio ambiente.
¿Lo sabías? Y todo esto sin mencionar el grado de valoración y respeto que debemos tener hacia estos seres vivos, evitando el maltrato animal, que no es poco.
Otra de las conductas relacionadas con la alimentación es decidirse por el consumo, de ser posible, de productos de temporada, más naturales, menos procesados por la industria y de cultivos más orgánicos y menos tratados con fertilizantes dañinos para la salud completa.
Y se preguntarán, ¿dónde está la psicología para la conservación de la naturaleza en todo esto? ¿En todas estas conductas? Pues resulta que está comprobado, que tener simplemente el conocimiento de toda esta problemática ambiental no es razón suficiente para cambiar. El conocimiento ciertamente es importante, PERO no suficiente. Si este conocimiento es acompañado por el afecto y conexión con la naturaleza, el tener creencias acordes con la protección ambiental, el tener valores universales de cuidado y tener un contexto que facilite el consumo de otros productos, facilita el cambio. También nos guiamos por estereotipos sociales y familiares que están ligados con las prácticas alimenticias, en este caso, que facilitan o entorpecen la libertad de decidir un estilo de vida más armónico con la naturaleza.
Recordemos, que los investigadores han encontrado que las conductas proambientales pueden ser comprendidas o explicadas por diferentes factores psicológicos: las creencias ambientales, la identificación que establezcamos con la naturaleza, es decir qué tanto incluimos la naturaleza en nuestro autoconcepto, las emociones y conexión con la naturaleza, el afecto hacia la misma, el contacto o frecuencia que tenemos con ella, el nivel de preocupación por la contaminación ambiental, el conocimiento que tengamos de los fenómenos ambientales, como, por ejemplo, el cambio climático, entre otros factores.
En este marco se propone el concepto de orientación psicológica prosostenible, definida por un conjunto de variables que explican la adopción de un patrón de vida en equilibrio con la biodiversidad de la naturaleza y respeto de las diferencias culturales. En el año 2008, los científicos Vining, Merrick y Price señalaron que las emociones en contacto con la naturaleza están relacionadas con el significado que la naturaleza tiene para las personas. Y te has preguntado ¿cuál es el significado que la naturaleza tiene para ti?
Lo bueno de las conductas proambientales es que al hacerlas de manera conscientes, generan una satisfacción personal y una tranquilidad de ser coherentes con lo que se cree y se valora.
Las conductas proambientales las aprendemos, y luego al hacerlas descubrimos que nos traen beneficios hasta el punto en el que las automatizamos entre nuestros hábitos y conformamos una coherencia en un estilo de vida sustentable, inteligente para nuestra salud global y la naturaleza. Además, diversos estudios han demostrado que es un estilo de vida que genera bienestar emocional y equilibrio armónico, redunda en la mejora en la salud y paz interior y en múltiples beneficios para las personas y para el medio ambiente.
El patrón de vida lo logramos cuando tenemos una coherencia en nuestras diferentes conductas proambientales. Desde que comienza el día hasta que termina nos vemos ante una serie de decisiones y acciones cotidianas.
Les invito a preguntarse, a retarse y de hacer más conscientes cada una de las acciones y decisiones que tomamos en el día a día.
Y bueno, esto es mucha teoría, pero prueben un mordisco de todo esto, escojan una conducta, una acción proambiental y cuéntennos cómo se sienten. ¿Qué cambios han sentido para sí mismos, para su bienestar personal?
Porque a final de cuentas: una acción vale más que mil palabras…
¿Cuáles crees que serían las acciones más necesarias para ti o para tu comunidad cercana? También puedes compartir con nosotras, ¿cuál es el significado qué tiene para ti la naturaleza? Vamos, anímate, da el primer paso… Ofrécenos tu respuesta escribiendo a info@verdelatierra.com.